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Liebig, el pueblo que nació con el frigorífico y hoy apuesta al turismo

Pueblo Liebig es una invitación a conocer uno de los lugares donde la industria cárnica tuvo su mayor esplendor.

 Recorrer sus calles es hacer un viaje en el tiempo que lleva a revivir aquella época en donde una gran manga, de unos 800 metros de largo, dividía al pueblo en dos para que, todos los días, el ganado pudiera ser transportado desde la estación de tren hasta el frigorífico que actualmente se encuentra desmantelado pero abierto a visitas guiadas para que los turistas puedan conocer su historia que dio vida al lugar.

 

Si bien, ya desde 1865 había una pequeña empresa saladeril que exportaba charqui y tasajo, ésta no prosperó debido a que los productos, luego de dos o tres meses de navegación, llegaban en mal estado a Europa por la falta de conservación. Fue recién en 1903 cuando capitales ingleses instalan en terrenos del saladero, la empresa fabril “Liebig Extract of Meat Company” para comenzar a producir extracto de carne (carne cocida envasada al vacío) bajo la fórmula que le habían comprado al ingeniero alemán Justus Von Liebig, la cual permitía una vida útil entre 6 y 18 meses facilitando la exportación.

 

Es en ese momento, se podría decir, donde comienza el desarrollo de un pueblo que creció al ritmo de la actividad frigorífica ya que, por la necesidad de contar con el personal gerencial y administrativo cerca, la empresa inglesa construye unas 250 viviendas. Por ese motivo hasta el año 1975 fue un pueblo totalmente privado que pertenecía a la empresa y llevaba el nombre de FRICOSA (Frigorífico Colón Sociedad Anónima). “Cuando la empresa decide irse, sus dueños hablaron con el gobierno de la provincia de Entre Ríos para conformar una junta de gobierno y que el Estado provincial se haga cargo de esta localidad. Así es cuando en 1975 un grupo de pobladores, dirigidos por la provincia tomó el mando, se cambia el nombre a Pueblo Liebig. En 2019 pasamos a ser municipalidad y a tener autonomía” explica Diego Quarroz, secretario de Turismo de Liebig.

 

Por sus características de conservación, el extracto de carne como producto principal, y luego la carne enlatada (corned beef), fueron los motores que impulsaron sus años de esplendor, tanto que actualmente los visitantes pueden fotografiarse en la entrada al pueblo junto a la lata gigante que representa aquellos tiempos. Casi el 100% de la producción era exportada a Europa, lo cual se afianzó durante la Primera y, sobre todo, la Segunda Guerra Mundial. “En el frigorífico trabajaban 3500 empleados y se faenaban 1500 cabezas de ganado en dos turnos, pero durante la Segunda Guerra Mundial debieron ampliar la producción a 4000 cabezas, la cantidad de personal creció a 2000 y se sumó un turno más para trabajar las 24 horas”, cuenta Quarroz, secretario de Turismo de Liebig. Debido a que en el pueblo solo vivían unas mil personas, muchos trabajadores llegaban desde localidades cercanas como Colón o San José.

 

La intensidad de trabajo se mantuvo hasta los años ‘60, cuando la producción comienza a decaer debido a la disminución de los envíos a Europa de carne enlatada que, al mejorarse los métodos de conservación durante el transporte, estaba siendo reemplazada por la exportación de carne cruda. A partir de allí, la historia no es muy distinta a las de otras industrias argentinas: “En 1970 la empresa cierra y reabre en 1971 bajo la firma FRICOSA (Frigorífico Colón Sociedad Anónima) que seguía siendo de capitales ingleses, en el ’80 cierra y es reabierta por un empresario argentino de apellido Vizental que lo tiene funcionando hasta 1997. Actualmente las instalaciones siguen siendo del mismo empresario pero están totalmente desmanteladas, se hacen visitas guiadas para mostrar por fuera su infraestructura”, relata Quarroz.

 

Con impronta inglesa

Con una arquitectura típicamente inglesa, que remonta al siglo XIX, Pueblo Liebig es una muestra viviente de cómo la industria cárnica dio forma a este municipio de la provincia de Entre Ríos que hoy tiene 2090 habitantes, muchos de ellos antiguos trabajadores de la Liebig Extract of Meat Company.

 

Por un lado, se encuentran las casas donde vivían los empleados con sus zaguanes que tienen un arco de medio punto por el cual se ingresa a un pasillo de 5 metros de largo, en cuyo fondo se encuentran las entradas a dos viviendas. En esta zona también se distingue el sistema de corralones, una manzana con un patio central compartido por las viviendas que favorece las reuniones sociales así como permite imaginar aquellos tiempos a principios del siglo pasado en el que ingresaba el carro del lechero o los niños jugaban a la rayuela.

 

En otro sector, se construyeron los típicos chalecitos ingleses, con techos a cuatro aguas, con amplios parques, que solían tener hasta ocho habitaciones y cinco baños. Incluso, algunos incluían canchas de tenis, de golf y hangar con dos aviones. Aquí vivía el personal gerencial y administrativo.

 

Hasta el día de hoy esas construcciones se conservan, ya que el pueblo cuenta con una reglamentación que no permite hacer cambios en las fachadas de las propiedades, manteniendo así el 87% del casco histórico original. Además, en 2014 Liebig fue declarado Patrimonio Histórico Provincial, en 2017 nombrado Bien Industrial de la Nación y, desde hace dos años, están trabajando para postularse como Patrimonio Histórico ante la UNESCO.

 

Orgulloso de mantener viva la historia, el secretario de turismo afirma: “Consideramos que nuestra localidad es un museo a cielo abierto. Una vez que se ingresa al casco histórico se encuentra una construcción totalmente diferente a las de otros lugares de Argentina. Este estilo se encuentra solamente en Bélgica y en Inglaterra”.

 

En las veredas se pueden encontrar las bocas de incendio color rojo, como las que se ven en las películas inglesas, a las cuales se conectaba la motobomba en caso de un incendio.

 

A su vez, otros legados dejados por sus fundadores, son la escuela primaria (que hoy también es secundaria), la biblioteca en la que tienen la colección completa de las revistas Caras y Caretas y el club social.

 

De la exportación de carne al turismo

Como muchos pueblos del interior de las provincias argentinas, Liebig supo reinventarse luego del cierre definitivo del frigorífico que le dio sus mejores años y lo hizo resaltando el potencial natural que destaca a esta zona ubicada a la vera del río Uruguay.

 

Bajando la barranca que costea las instalaciones de la ex fábrica, se encuentra el balneario municipal con su muelle y una hermosa playa. También cuentan con el club de pescadores y servicios náuticos para quienes quieran cruzar a las islas.

 

Pero a solo 8 kilómetros de allí Pueblo Liebig tiene guardada una de las joyas más preciadas de la naturaleza: Bancos del Caraballo, una reserva natural protegida que posee los bancos de arena más grandes de todo el río Uruguay y es considerada “el caribe entrerriano”. Este es el lugar elegido por aves migratorias como el rayador que llegan en primavera y verano para poner sus huevos en la arena.

 

Otras actividades turísticas son el Centro de Interpretación Audiovisual, con entrada gratuita, un museo en el que a través de imágenes se puede conocer la historia productiva, social, cultural y arquitectónica del pueblo. Y la exposición privada Butterfly, con más de 2500 mariposas de distintas partes del mundo.

 

En enero se realiza la Fiesta de la Identidad y el Patrimonio, y durante el mes de febrero tienen 3 fechas de corsos, que “en su última edición recibió a casi 10 mil personas”, especifica Cuarros y recuerda que en 2022, desde Semana Santa hasta el verano, el pueblo fue visitado por 96 mil turistas.

 

Con 400 plazas de alojamiento, entre hosterías, bungalows y casas de alquiler, recibe a los turistas con todas las comodidades. Incluso se puede vivir la experiencia de alojarse en alguno de los típicos chalets. “Apuntamos a un turismo familiar, para el que le gusta la historia, y quiera venir a una playa tranquila. Decimos que les garantizamos el 99.99% de seguridad”, afirma su secretario de turismo y agrega: “El objetivo es generar conciencia sobre la importancia de la conservación”.

 

Más allá del caso histórico, actualmente Liebig se extendió hacia afuera con nuevos barrios, alojando a quienes buscan vivir en la tranquilidad de un pueblo que todavía acostumbra a dejar sus ventanas abiertas y las sillas en las veredas.

 

Así, con su impronta fundada aún en la industria frigorífica, junto a sus chimeneas como referentes de aquella época pujante, Pueblo Liebig ofrece hoy una experiencia turística en la que la historia se conjuga con la naturaleza.