LUGARES

Una hostería con estilo en Concordia

Julieta Medici y Alfredo Gaviña Naón, ambos ingenieros agrónomos, buscaron un lugar en el que desarrollar sus variados intereses. 

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Uno de ellos, inicialmente, era la doma de caballos de polo. El terreno con suelo arenoso que encontraron era ideal para esta actividad. "Además, la ubicación es única, porque se encuentra a 500 metros del río Uruguay, pero muy cerca de mi Concordia natal", cuenta Julieta.

 

Así, adquirieron la propiedad y la primera construcción que realizaron fueron los boxes para los caballos. Sin embargo, a raíz de una propuesta que recibieron para hospedar turistas que venían a pescar al río Uruguay, decidieron transformar parte de la estructura que tenía como destino los boxes en una hostería. Casi por casualidad se convirtieron en magníficos anfitriones.

 

Alfredo se dedicó a poner en pie la casa, construir los muebles, las aberturas, las rejas, las lámparas. Julieta sumó toda su sensibilidad y buen gusto en cada detalle, con reminiscencias de la Provenza francesa y la Toscana italiana. Pero definitivamente con un estilo propio, que surge del genio y talento naturales de los dueños de Los Tres Sietes.

 

Desde el jardín

El jardín fue cobrando importancia progresivamente. Durante unos años alquilaron la hostería como lodge de pesca, y lamentablemente mucho de lo que había en el jardín se perdió. "Cuando recomenzamos las actividades de la hostería, no paramos ni un solo día para poner en pie la casa, el jardín, los canteros,la huerta. Creemos que, de esa energía para restaurar el lugar, nació un lazo más estrecho con el jardín, la huerta y la naturaleza".

 

Así, empezaron a redescubrir la flora nativa, tan rica, con la selva en galería y los pastizales nativos. Hoy, por ejemplo, los melinis -autóctona típica fijadora de médanos- forman un rough que da movimiento, color, luz y una sensación de transparencia única.

 

También incorporaron senderos para caminar y apreciar las plantas que crecen espontáneamente, como Monnina cuneata, distintos eupatorium, vernonias, marcelitas, campuloclinium, pitangas y árboles, como fumo bravo, timbó, azota caballos, palo de víboras. Y entre toda esta abundante flora nativa, hay una forestación de pinos y un pequeño arroyo que lo atraviesa, donde se crea un microclima ideal para el desarrollo de diferentes variedades de helechos.

 

"Nuestro jardín es ecléctico, porque conviven palmeras yatay que nacen naturalmente, con olivos y pinos, cipreses y coronitas. Son los elementos que se repiten, porque incorporamos todo aquello que nos inspira y que nos recuerda otros paisajes". En busca de atraer mariposas y colibríes, sumaron flores como zinias, cosmos, escabiosas y otras de estación.

 

El invernáculo fue fabricado por Alfredo, con las maderas del monte de eucaliptus del lugar. Aquí es donde la dueña de casa aprende, hace gajos, adelanta la siembra de flores; también es donde cultiva sus verduras. "Nos pareció importante y terapéutico producir nuestras verduras, para nosotros y para quienes nos visitan. Y a la gente le gusta saber que está comiendo algo orgánico. Además, todo tiene otro sabor, todo", cuenta Julieta, con voz suave pero con una energía arrolladora que vuelca en todo lo que emprende. No faltan los frutales, entre los que hay varios guayabos nativos (Feijoa sellowiana) y guayabos comunes (Psidium guajava), higos y cítricos con los que hacen deliciosos dulces caseros.

 

Más que una hostería

Así como transformaron su casa en posada para que la gente pueda alojarse, también organizan eventos o comidas a pedido, e incluso talleres de jardinería, flores y cocina. Es que el verde, el sol, lo natural conforman el escenario ideal para que las reuniones y las actividades sean productivas, eficientes y más empáticas. El próximo desafío es abrir el jardín para que se pueda visitar, para almorzar y tomar el té. Y más sueños por delante: sumar un vivero boutique.

 

Los Tres Sietes es un proyecto artesanal, que fue ampliando sus propuestas al ritmo del entusiasmo de sus creadores. Con paciencia, esfuerzo y una habilidad innata para disfrutar de los pequeños detalles como indicios de felicidad. "Y así estamos, inmersos en este mundo de semillas, flores, vegetales, ramos. Además de ser una terapia, es una forma de conectarse con la naturaleza".

 

FUENTE: LA NACIÓN